domingo, 6 de mayo de 2012

LA VIDA CUESTA ARRIBA: Plantando cara al dolor

DIARIO CÓRDOBA 6/5/2012

Hace cuatro años, Blanca de la Cruz renunció al baile, su pasión, por culpa de la fibromialgia. Ahora aprende a vivir con el dolor 24 horas al día  

Blanca de la Cruz no pierde nunca la sonrisa a pesar de su dolencia

                             Resulta difícil asimilar que Blanca de la Cruz, una joven alegre y genuinamente vital, lleve años conviviendo con el dolor. Y aún más que, a pesar de sufrirlo en la flor de la vida y obligada a renunciar a muchas de las cosas que disfrutan los chicos de su edad, sea capaz de afrontarlo siempre con una sonrisa en la boca.


                              Nació en Córdoba hace 24 años y, desde muy pequeña, sintió que su pasión era la danza, así que siendo solo una niña empezó a bailar en la academia Coppelia, propiedad de la pareja de su padre. Durante años, se centró en el ballet clásico hasta que, al cumplir los 18, decidió irse a vivir a Sevilla para estudiar Publicidad y Relaciones Públicas y allí se formó además en danza contemporánea. "Hip hop, jazz, salsa, de todo un poco". El dolor de rodillas, que siempre fueron su punto débil, se fue extendiendo con el tiempo a otras partes de su cuerpo, aunque ella, entregada por completo al baile, se evadía del sufrimiento en brazos de la música. 


                            "Para mí era impensable vivir sin bailar", confiesa. Aquel dolor persistente y silencioso se fue haciendo cada vez más fuerte. La fatiga se convirtió en su compañera de viaje y poco a poco empezó a cojear y a forzar sus músculos hasta extremos insospechados para hacer frente a las rutinas diarias. Hace cuatro años, el cansancio se hizo insoportable y pocos meses antes de viajar a Francia para estudiar con una beca Erasmus tuvo que renunciar a ella y encerrarse en casa.

                            "He pasado prácticamente dos años en la cama, en reposo, leyendo libros, sin poder andar o ducharme, nada", explica, "tuve que dejar mis estudios y no he vuelto a bailar". Después de probar con todo tipo de tratamientos, farmacológicos y homeopáticos, un nuevo medicamento le ha dado la vida. "Es una pastilla específica para el dolor neruopático que se llama lírica, desde que la tomo, las cosas han cambiado completamente", afirma mientras se sienta y se levanta, moviéndose de un lado a otro por la habitación. "No puedo estar mucho tiempo en la misma posición, siempre estoy de la cama al sofá y prácticamente he hecho un máster en tipos de cojines, sofás y colchones, me canso mucho y dependo mucho de la ayuda de mi hermano, que se ha convertido en mi mano derecha, para subir o bajar escaleras, pero ahora estoy mil veces mejor que cuando todo esto empezó".
                            
Espíritu libre e independiente por naturaleza, le cuesta tener que pedir ayuda para todo aunque afirma que sus padres, separados desde hace años, han sabido comprenderla y son su principal apoyo cuando lo pasa mal. "La danza me ha enseñado a sonreír mientras los dedos de los pies me estaban sangrando e intento no quejarme, pero hay gente que al verte así no entiende tu enfermedad. 

                            A raíz de lo que me ha pasado, he aprendido a distinguir cuáles son mis verdaderos amigos", confiesa sincera. La imposibilidad de pasar muchas horas sentada en la misma posición le impide practicar otra de sus aficiones favoritas, viajar, a pesar de lo cual ha retomado sus estudios. "Voy a Sevilla en el tren, en la silla de ruedas, para ir a la facultad a hacer los exámenes orales, todavía me quedan nueve asignaturas".

                             Valiente y decidida, quiere plantarle cara al dolor y está esperanzada en el poder de la lírica y, aunque la fibromialgia es una enfermedad crónica que de momento no tiene cura, cree que su calidad de vida seguirá mejorando a base de esfuerzo. "Esto es una carrera de fondo y hay que tener constancia, yo no pienso rendirme", dice llena de desparpajo. "Tengo muchas cosas por hacer y pienso hacerlas", asegura.


Descubrir la fotografía

                         Cuando Blanca empezaba a reponerse de su peor momento, decidió comprarse una cámara y hacer fotos. "Nunca pensé dedicarme a esto, pero empecé a aprender y me gustó cada vez más", afirma. Aunque a día de hoy sigue haciendo mucho reposo, se permite una sesión de fotos al mes. "Acabo destrozada porque se me carga la espalda, pero disfruto mucho", confiesa, "sobre todo buscando expresiones, estilismos, creando escenarios, no me gusta quedarme con la primera foto, lo que me atrae es buscar". Fruto de su nueva pasión, hace unos días inauguró en El Raspón una exposición titulada 'Renacer' (no hace falta explicación) con 23 de sus obras fotográficas de nombres tan sugerentes como 'Destino', 'La vie en rouge' o 'Soledad'. 
                                
  Ser fotógrafa y vivir de ello

         "Ser fotógrafa y vivir de la fotografía se ha convertido en una meta para mí", afirma Blanca, segura de sí misma. Su sueño sería trabajar para una revista de moda y, con esa idea fija en su cabeza, no para de crear imágenes. "Siempre me ha gustado posar ante la cámara, pero con la enfermedad le he cogido el gusto a que otras personas posen para mí", explica.


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